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Más allá de la historia de la creación

Más allá de la historia de la creación

¿Por qué los asuntos polémicos? Durante mis reuniones de evangelismo público que realizo, generalmente conduzco sesiones de preguntas y respuestas. El tema de la creación con frecuencia aflora. Los miembros de la audiencia hacen preguntas como estas: “¿Dios realmente creó el mundo en seis días literales, consecutivos de 24 horas?” “¿Cómo sabemos que él no llevó billones de años?” “¿Hay alguna diferencia si los días de la semana de la creación fueron literales?” “Después de todo, si creemos que Dios comenzó el proceso de la creación, ¿no es esto lo que es importante?” “¿Por qué deberíamos estar preocupados sobre cómo él lo hizo?”

 

Estas preguntas son vitales y demandan respuestas sólidas. Las implicaciones se mueven mucho más allá de la historia de la creación. La manera como nos relacionamos personalmente con estos asuntos cruciales, determinará nuestra confianza en la integridad de las Escrituras y  afectará dramáticamente nuestra comprensión de las verdades bíblicas importantes. Nuestras respuestas también influenciarán directamente con nuestra relación personal con Dios.

 

Una sinopsis de la historia de la creación

Los adventistas del séptimo día son conocidos desde hace 150 años como el pueblo del Libro. La Palabra de Dios es el fundamento de todo lo que creemos y enseñamos. A pesar que reconocemos claramente que toda la verdad – incluyendo la verdad científica, se origina en Dios, no intentamos ver a la Biblia a través de los ojos de la ciencia. Nuestro entendimiento de la realidad bíblica, da forma a nuestra visión del mundo que nos rodea. Aunque no siempre podemos ser capaces de explicar completamente todos los detalles de los datos científicos disponibles, nuestra interpretación de esos datos, se basan en nuestra comprensión de las Escrituras. La Biblia y la ciencia no son mutualmente excluyentes. El mismo Dios que se reveló en las verdades de las Escrituras, se ha revelado en el mundo natural. Pero como consecuencia del pecado, el mundo natural no revela claramente la gracia y el carácter de Dios. La Biblia es nuestra guía más cierta y segura en la comprensión de la creación de Dios y su plan para este planeta.

 

El relato de las Escrituras inspiradas es muy claro en cómo Dios creó nuestro mundo. El salmista declara, “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos, por el aliento de su boca…, porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmos. 33:6, 9). La Palabra de Dios fue y es una palabra creadora. Lo que él declara es así, aún cuando nunca hubiera sido así antes. Él habla y los mundos vienen a la existencia.

 

En la creación, la palabra hablada de Dios se convirtió en materia tangible. El salmista no dice que Dios habló y comenzó el proceso de la creación por billones de años. Dios habló y existió. La Epístola a los Hebreos aclara cómo Dios creó, con estas palabras: “Por la fe comprendemos que el universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3). La enseñanza clara de la Biblia, no da lugar a la evolución de la tierra a lo largo de billones de años; en las Escrituras no hay espacio para que Dios inicie el proceso y termine la evolución. Dios terminó lo que comenzó en la semana de la creación.

Elena G. de White hace el siguiente comentario perceptivo: “Únicamente la Palabra de Dios nos presenta los canales auténticos de la creación de nuestro mundo. La teoría de que Dios no creó la materia cuando llamó a este mundo a la existencia, no tiene fundamento. Para formar nuestro mundo, Dios no tuvo que recurrir a alguna materia preexistente. Por el contrario, todas las cosas, tanto materiales como espirituales, se irguieron a la voz del Creador y fueron creadas para cumplir su propósito. Los cielos y todas las huestes celestiales, la tierra y todo lo que ella contiene, no son únicamente la obra de su mano; ellas vinieron a la existencia por el aliento de su boca”.1

 

Un Creador Todopoderoso

En el relato de la creación del Génesis, Dios es descrito como el Creador 31 veces. Génesis 1:1 comienza con estas palabras bien conocidas: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Dos de las palabras más importantes para crear o hacer, en el idioma hebreo, son ásah y bará. Ásah significa crear de algo ya existente. Esto es usado tanto por Dios como por los seres humanos. Por ejemplo, los seres humanos pueden hacer casas, carros y ropa de materiales que ya existen. Bará en sus formas predominantes es usado exclusivamente para Dios. Solamente Dios puede bará.2  Bará es crear algo único y especial que antes no existía. Esto se aplica a la actividad únicamente de Dios. La expresión en Génesis 1:1, “creó Dios”, utiliza bará. Aquí Dios habla de un mundo único en existencia. En Génesis 1:26, 27 la palabra bará está empleada tres veces – dando un énfasis especial, para describir la creación de los seres humanos a su propia imagen: maravillosamente, él les da el poder para procrear. Sin embargo, solamente Dios puede crear algo de la nada.

 

Uno de los grandes problemas teológicos con la evolución teísta es que limita el poder de Dios. Exalta la ley natural por encima del Creador de la ley natural. La evolución teísta no da lugar a un Dios todopoderoso, que milagrosamente formó nuestro mundo. Reduce a Dios a la escala de la imaginación humana, y exalta a la razón por encima de la revelación. Esta fue precisamente la razón por la que la humanidad cayó en el principio. Eva escuchó la voz de la serpiente en el jardín y confió en lo que sus ojos podían ver, en vez de lo que Dios dijo. Su mente se convirtió en el árbitro final de la verdad.

 

La razón, sin duda es un don de Dios, pero si la dejamos sola y sin ayuda, es una guía insuficiente. Nuestros primeros padres se apartaron de la autoridad de la palabra de Dios, a la necedad de su propia sabiduría. El peligro de este hábito es evidente: las decisiones de nuestros primeros padres fueron desastrosas.

 

El relato del Génesis ofrece aún más evidencias para confiar en su historicidad. Con frecuencia en el paralelismo hebreo, una frase inicial es explicada y ampliada por una segunda frase correspondiente. El relato de la creación del Génesis es un ejemplo excelente de esta práctica lingüística. Las expresiones “dijo Dios” e “hizo Dios”, están unidas entre sí en todo Génesis 1 (Gén. 1:6, 7, 14, 16, 20, 21, 24, 25, 26). Cuando Dios habla, él crea. Él es todopoderoso. Su palabra realiza lo que dice, porque su poder ilimitado es inherente en “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).

 

La suposición de que los días de la creación no son períodos literales de 24 horas y que la semana del Génesis no es una semana literal de siete días consecutivos es muy problemático desde el punto de vista bíblico. La palabra hebrea para “día” es yom. En hebreo, cuando un número precede a la palabra “día” (yom), (primer día, segundo día, etc.), el período de tiempo indicado debe ser un período de 24 horas.3 Esto es aclarado por la reiterada declaración “Y fue la tarde y la mañana”. Es obvio hasta para el lector casual que cuando Moisés escribió el Génesis, él claramente entendió que Dios creó el mundo en siete días literales.

 

La autoridad de la Palabra de Dios

Hay mucho más en juego que la longitud exacta de la semana de la creación. Uno de los temas principales, gira en torno a la autoridad y la inspiración de las Escrituras. Siendo que “toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para la doctrina”, negar la historia de la creación es negar la inspiración de la Biblia (2 Tim. 3:16). Tanto el Antiguo y el Nuevo Testamentos están llenos de referencias sobre la creación. Los profetas del Antiguo Testamento, los escritores de los Evangelios, así como también Pedro y Pablo, repetidamente mencionan la creación. Para los autores bíblicos, la creación es un hecho, no una conjetura.

 

Si la historia de la creación no es más que una alegoría hermosa, cómo muchos cristianos insisten ahora ¿podemos realmente confiar en cualquier otra parte de la Biblia? Jesús definitivamente creía en la historicidad de la creación. Al hablar de la santidad del matrimonio, él preguntó a sus inquisidores “¿No habéis leído que el que los hizo [creó] al principio, ‘hombre y mujer los hizo’…?” (Mateo 19:4). Jesús, el Creador, conoce más sobre la creación que cualquier ser humano, de acuerdo con Pablo, él fue el agente de la creación (Efes. 3:9; Col. 1:16, 17). ¿No es el colmo de la arrogancia, creer que podemos saber más que el Creador sobre su creación? ¿No es locura intentar explicar las palabras sencillas de Jesús con el razonamiento humano? ¿No es la esencia misma de la gran controversia entre el bien y el mal, exaltar el orgullo humano por encima de la revelación divina?

 

Con una visión divina, Elena G. de White no deja ninguna duda sobre la semana literal de la creación. “Dios mismo dio la primera semana como modelo de las subsiguientes hasta el fin de los tiempos. Como las demás, consistió en siete días literales”.4

 

El fundamento de la verdad bíblica

En el modelo evolutivo tal como lo propuesto por Charles Darwin y refinado sucesivamente durante los últimos 150 años, la muerte es un componente necesario del progreso evolutivo. La selección natural nos enseña que las especies más aptas sobreviven y las más débiles mueren. En este escenario, la muerte es crucial, porque permite a las especies más fuertes prosperar. En consecuencia, la muerte podría haberse producido billones de años antes que los seres humanos evolucionaran.

 

No hay absolutamente ninguna forma de armonizar este concepto con el registro bíblico. En las Escrituras, la muerte es un enemigo provocado por el pecado, “porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). La muerte entró a este mundo como resultado de la desobediencia de Adán y Eva; esto nunca fue parte del plan original de Dios. Hablando de la segunda venida de Cristo, Pablo afirma, “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Corintios 15:26). La premisa circundante de la teoría de la evolución, debilita el plan de salvación revelado en la Palabra de Dios. ¿Por qué Jesús tuvo que morir si la muerte era parte del plan original de Dios? Si la raza humana está en constante evolución dentro de un tipo de orden superior de seres, a través del proceso evolutivo, ¿qué posible propósito podría haber para un plan de salvación?

 

La teoría de la evolución también ataca a cada verdad bíblica importante, comenzando con el sábado. Si los días de la creación fueron períodos largos de tiempo indefinido, ¿qué importancia tendría el sábado en absoluto? ¿Cómo podría el sábado ser un memorial de algo que nunca tuvo lugar? Dios escribió el mandamiento del sábado con su propio dedo en tablas de piedra. El cuarto mandamiento concluye con estas palabras: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó” (Éxodo 20:11). Negar una creación literal de seis días, es debilitar el mandamiento del sábado y desafiar la autoridad de la propia declaración de Dios sobre su actividad creadora. Esto suscita dudas sobre el conocimiento, sabiduría, poder e integridad de Dios.

 

No es casual que justo en el momento en que Dios levantó un movimiento para los últimos tiempos, para proclamar el evangelio eterno en el contexto de los mensajes de los tres ángeles a “toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 7:9), Charles Darwin terminó su primera redacción sobre El Origen de las Especies. En su infinita sabiduría, Dios anticipó que esta teoría engañosa de los orígenes de la tierra podría socavar la fe de millones de personas. Por lo tanto, él envió un llamado urgente para los últimos días a la luz de la hora del juicio, para llamar a los hombres y las mujeres a que regresen a “adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apocalipsis 14:7). El sábado no es sólo un memorial de la creación, también es un baluarte contra la evolución atea. Es un recordatorio semanal, que fuimos creados por un Dios amoroso.

 

La creación responde a las grandes interrogantes de la vida

Las grandes interrogantes de la vida que los filósofos han debatido a través de los siglos son las siguientes:

¿De dónde vengo? – la pregunta sobre el origen.

¿Por qué estoy aquí? – la pregunta sobre el propósito.

¿A dónde voy? – La pregunta sobre el destino.

 

La Biblia revela que fuimos creados por un Dios amoroso que tiene un propósito divino para nuestras vidas. Él un día vendrá otra vez para finalmente recrear los cielos y la tierra en todo su esplendor edénico.

La verdad de la creación también provee a los seres humanos con un sentido dado por Dios de valor y dignidad. Nuestras raíces nos retornan no a un foso de lodo primitivo de moléculas seleccionadas al azar, sino a un Dios inteligente y sabio que nos formó a su imagen (Génesis 1:27). Estamos unidos a una humanidad común (Hechos 17:24-26). Dios es nuestro amoroso Padre celestial, quién nos cuida profundamente. Aunque vivimos en un mundo caído, su presencia está constantemente con nosotros para animarnos y fortalecernos, para afrontar los desafíos de la vida y los sufrimientos.

 

La evolución atea sostiene que existimos por casualidad fortuita, que somos simples moléculas dilatadas de proteínas con inteligencia superior. Esto no provee ningún sentido de propósito o esperanza para la vida humana. En esencia, estamos solos en el universo, para luchar por la vida solamente con la evolución de nuestro ingenio para guiarnos en el futuro. La evolución teísta declara que Dios creó la primera chispa de la vida, pero que luego permitió que el proceso natural tome lugar. Ambas teorías tienen algo fundamental en común: ambas rechazan el relato del Génesis de la creación. Nos dejan con algunas preguntas básicas sin respuestas: Si somos los animales más avanzados, ¿Cuál es la base para la moralidad? ¿De dónde viene el amor? ¿Cómo se define el bien y el mal? ¿Cuál es la fuente de la máxima autoridad moral y espiritual?

 

La recreación y la segunda venida

Nuestra comprensión bíblica de la creación establece sus bases en dos verdades bíblicas esenciales. Si un Dios todopoderoso creó este mundo, él tiene el poder para cambiar nuestras vidas. Nosotros no somos simplemente productos de nuestra herencia y ambiente. Cuando nos sometemos a los dictados de su Espíritu, Cristo nos transformará. No estamos encerrados en un patrón genético fijo que nos es imposible cambiar. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).5

 

El Dios que creó este mundo puede recrear nuestras vidas. El Creador puede producir una nueva creación en nosotros. Por eso David confiesa: “¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!” (Salmos 51:10). David sabía que solamente Dios podía bará un corazón nuevo para él. Su poder es mucho más fuerte que cualquier naturaleza caída o entorno pecaminoso. En él nuestra vida puede ser nueva. Él no nos ha dejado a que luchemos con el pecado sin ninguna ayuda. El Creador todopoderoso, que trajo la luz de las tinieblas, puede una vez más, traer la luz de la oscuridad de nuestras vidas. Él creó la vida en el principio y tiene el poder para darnos un nuevo comienzo también.

 

La evolución atenta contra la identidad adventista

El nombre “Adventista del Séptimo Día” comunica dos verdades vitales de los últimos días – El sábado y la segunda venida de Jesús. La evolución, tanto en sus formas teísta o atea, ambas  obstaculizan. Como ya hemos demostrado anteriormente en este artículo, no hay realmente bases para el sábado si Dios no creó el mundo en seis días en primer lugar. ¿Por qué establecer un memorial de algo que no existe? El mejor de los evolucionistas teístas puede ver al sábado como un tiempo para descansar y para la fraternidad social, pero no como un memorial de un Creador todopoderoso que creó el mundo en seis días consecutivos de 24 horas.

 

Tomando la conclusión lógica, la teoría de la evolución elimina la necesidad del regreso de nuestro Señor. Si la raza humana está evolucionando hacia una raza superior, ¿por qué habría necesidad de la segunda venida de Cristo? Con la aparente moral dramáticamente decadente de nuestro mundo, es difícil discernir cómo la humanidad está progresando hacia cualquier tipo de iluminación que eventualmente lo lleve a la paz y a la armonía en la tierra. Aún si este fuere el caso, que no lo es, esto aún no resuelve el problema de la muerte. El retorno de nuestro Señor es la respuesta más lógica y relevante a la pregunta del sufrimiento y la muerte en nuestro planeta.

 

Hay esperanza: Jesús vendrá otra vez. Un día, la enfermedad, los desastres y la muerte cesarán. Un día, Dios creará un nuevo cielo y una nueva tierra donde more la justicia para siempre (2 Pedro 3:13). Así como Dios habló y fue el comienzo, así Dios nos cambiará “en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta” (1 Corintios 15:52).

 

El legado de la rebelión de Lucifer y la caída de nuestros primeros padres hablan con tonos estruendosos. Exaltar el don de Dios de la razón, por encima de la Palabra de Dios, es catastrófico. Aceptar la evolución, es abandonar la autoridad de las Escrituras, la salvación por medio de Jesucristo, el poder recreador de Dios, el sábado y la segunda venida de Jesús. Y esto es un precio demasiado alto para pagar.

 

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Elena G. de White, La fe por la cual vivo, MM p. 26.

Esto es cierto para las formas qal y niphal del verbo. Los lexicógrafos no están seguros si otras formas de la palabra indican acción humana o simplemente son raíces de palabras de apariencia similar en hebreo.

En Génesis 1, la mayoría de los números son ordinales (a excepción de un día). Para un debate útil de los datos lingüísticos, ver: Gerhar F. Hasel, “The days of Creation in Genesis 1: Literal ‘Days’ or Figurative ‘periods/Epochs’ of Time?”  Origins 21, Nº 1 (1994): 5-38.

Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 102.

5 Los textos han sido extraídos de la versión bíblica Reina-Valera 1995.

 

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Mark A. Finley es un pastor, evangelista y administrador de la iglesia, sirvió como uno de los vicepresidentes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día hasta el año 2010. Recientemente se ha unido a la Revista Adventista y al equipo editorial de Adventist World, como editor; también sirve como un asistente del presidente de la iglesia mundial.

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