header

La “lluvia de bendiciones” es más que una idea

Durante diez días, los líderes mundiales invitaron a millones de personas de todas las culturas y naciones a formar una red de oración diaria. El proyecto se inició el 4 de enero con un enfoque en la intercesión, acción de gracias, obediencia, examen de conciencia y testimonio deseoso de servir. ¿Será que reunir a las personas para orar ya no es una novedad del inicio del año? La respuesta merece reflexiones.

 

En primer lugar, la oración une a las personas entre sí, y con Dios. La naturaleza de la oración es favorecer la inclusión, de hecho, el sentimiento de pertenencia es uno de los valores más requeridos en una sociedad pluralista. En segundo lugar, el hábito de orar predispone la mente y lleva a cambios de actitud. Por otra parte, es la relación diaria con Dios que ayuda a establecer nuevas prioridades de vida.

 

Pero hay una razón que se impone sobre todas las dimensiones enunciadas. Ningún proceso de reavivamiento y reforma se inicia sin la mediación del Espíritu Santo. Por esta razón, la “lluvia de bendiciones” es más que una idea. Se trata de un aprendizaje, donde, orar por el derramamiento extraordinario del Espíritu Santo llega a ser un estilo de vida. Frente a la emergencia de los días en que vivimos, no existe mayor necesidad de que tener el Espíritu para vivir por el Espíritu.

 

La iglesia remanente está a punto de enfrentar terribles ataques satánicos en el tiempo del fin que ponen en riesgo su misión. Por eso, es urgente una preparación espiritual adecuada con base en la actitud de fe, que involucra reforma y reavivamiento, condiciones que solamente se alcanzarán por medio de la oración y el estudio de la Palabra de Dios.

 

Al confrontarse con una misión especial, los grandes personajes bíblicos del pasado se preparaban a través de la oración. Daniel fue un ejemplo notable. Al aproximarse el tiempo profético predicho por Jeremías sobre el fin del cautiverio de los setenta años, Daniel se angustiaba en oración, súplicas y ayuno. De corazón abierto, él reconocía que había en el pueblo pecado y rebeldía. No ignoraba que el apartarse de los mandamientos divinos traía infamia, ni tampoco desconocía que el pueblo estaba distante de los profetas y sus profecías.

 

Con oración intercesora, el hombre de Dios oraba por la bendición del Cielo sobre su pueblo, según Daniel 9:18 y 19.

 

“Inclina, Dios mío, tu oído, y oye, abre tus ojos y mira nuestras desolaciones y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. ¡Oye, Señor! ¡Señor, perdona! ¡Presta oído, Señor, y hazlo! No tardes, por amor de ti mismo, Dios mío, porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo”.[1]

 

De forma extraordinaria Dios respondió la oración. Estando aún arrodillado, el ángel Gabriel vino de las cortes celestiales para decirle que sus peticiones fueron oídas y atendidas. Además, le ofreció recursos espirituales para que Daniel pudiese entender y comprender los misterios de los siglos venideros. Esta experiencia de fe es una motivación para la iglesia remanente de hoy.

 

Al escribir sobre la iluminación recibida por Daniel directamente del trono de la gracia, Elena G. de White, comenta:

 

“En respuesta a su petición, Daniel recibió no sólo la luz y la verdad que él y su pueblo más necesitaban, sino una visión de los grandes acontecimientos del futuro, hasta el advenimiento del Redentor del mundo. Los que dicen estar santificados, y no tienen el deseo de escudriñar las Escrituras o luchar con Dios en oración para una comprensión más clara de la verdad bíblica, no saben lo que es la verdadera santificación”.[2]

 

Una percepción real del tiempo del fin y la consecuente preparación espiritual, solamente sucederá cuando la oración sea parte de un estilo de vida. En este contexto, Mark Finley incluye el estudio de la Biblia como una condición indispensable para el proceso de reavivamiento y reforma.

“Lea la Biblia en oración y permita que el Espíritu Santo impresione su mente. Permita que la Palabra de Dios se convierta en el tema de sus oraciones. Si la oración es el aliento del reavivamiento, el estudio de la Biblia es su corazón. La oración y el estudio de la Biblia son los mellizos siameses del reavivamiento. Están interconectados. Mientras más ore, más hambre tendrá de la Palabra de Dios. Mientras más estudie la Palabra de Dios, más deseará orar”.[3]

 

Toda caminata comienza con el primer paso. Si usted realmente quiere tener una visión clara de los tiempos en que vivimos, tome la decisión de orar con un propósito determinado. Añada a esta experiencia de fe el estudio de la Biblia, pero con un propósito. Cada día, ore por una necesidad. Invite a sus amigos a mojarse en la “lluvia de bendiciones” que seguramente caerá sin medida en su familia, su vida personal y comunitaria.

 

 

Jael Eneas de Araujo, pastor y músico

 


[1] Santa Biblia, versión Reina-Valera (1995)

[2] White, E. Santificação, P. 52

[3] Mark A. Finley, Reavívanos, p. 19

Go Back

Comment